Existen evidencias arqueológicas de que el vino estaba presente ya en el
antiguo Egipto. La primera evidencia de la presencia de uva en Egipto son las
semillas halladas en los yacimientos predinásticos (4000-3050 a .C.) de Tell Ibrahim
Awad y Tell el Farain, situados uno al este y el otro al oeste del delta del
Nilo. Desde el predinástico, la vid era cultivada en Egipto sobre todo en el
delta, en los oasis occidentales y en el valle del Nilo. Los antiguos egipcios
sabían que la tierra situada detrás de los límites de la inundación era la más adecuada
para plantar viñas, por eso, la viña se plan-taba cerca del río en una zona no
inundable, donde el suelo era principalmente grava, y cerca del depósito aluvial
libre del barro del valle
En las tumbas de los primeros faraones, ya se colocaban recipientes de cerámica destinados a contener
vino para su utilización en la otra vida. A partir del Reino Antiguo las tumbas
de los nobles se decoraban con pinturas en las que se representaban escenas de
la vida cotidiana, entre las que se encuentran la viticultura y el proceso de
elaboración del vino. El vino era considerado un lujo que estaba reservado a
los sacerdotes y a los nobles, sin embargo en los periodos festivos lo consumían
hasta los egipcios de las clases más bajas.
Además de su uso como ofrenda funeraria y como bebida, el vino tenía uso
religioso. Diariamente los sacerdotes ofrecían vino a los dioses en los
templos, y el faraón lo ofrecía en las ceremonias anuales de rejuvenecimiento y
renovación de su poder político y religioso.
En la mitología egipcia el ciclo de la vid se relacionaba con el
nacimiento de Osiris, el dios de los muertos. Osiris renacía cada año con la inundación del río Nilo para fertilizar la tierra y dar vida, haciendo crecer las plantas y llenando de aves y peces el valle y delta del Nilo. De igual forma en la viña después de recoger la uva,
las hojas se caen y la vid parece muerta, para renacer al cabo de los meses.
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